miércoles, 19 de noviembre de 2008

la humilde flor

Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas las flores.Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa:-¡no me olvides! ¡No me olvides!Como su voz era tan fina, Dios no la oía. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así:-No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides". Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañaras a los muertos.Así nació el "nomeolvides" o mio-sota, pequeña florecilla de color azul y rojo.





la sepultura del lobo

Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho que le sobraba. Sintiéndose viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado a la puerta de su casa.¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino? Le pregunto el burrito.Te daré; ocho, si prometes velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro.Murió el lobo pocos días después y el burrito fue a velar en su sepultura. Durante la tercera noche se le unió el pato que no tenia casa. Y juntos estaban cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho que les dijo:Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro.Será suficiente si llenas una de mis botas. Dijo el pato que era muy astuto.El aguilucho se marcho para regresar en seguida con un gran saco de oro, que empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa. Como no tenia suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo. Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, fue a estrellarse sin remedio.Amigo burrito, ya somos ricos. Dijo el pato. La maldad del Aguilucho nos ha beneficiado.Y todos los pobres de la ciudad. Dijo el borrico, por que con ellos repartiremos el oro.

el principe y el mendigo

Erase un principito curioso que quiso un día salir a pasear sin escolta. Caminando por un barrio miserable de su ciudad, descubrió a un muchacho de su estatura que era en todo exacto a él.-¡Si que es casualidad! -dijo el príncipe-. Nos parecemos como dos gotas de agua.-Es cierto -reconoció el mendigo-. Pero yo voy vestido de andrajos y tú te cubres de sedas y terciopelo. Sería feliz si pudiera vestir durante un instante la ropa que llevas tú.Entonces el príncipe, avergonzado de su riqueza, se despojó de su traje, calzado y el collar de la Orden de la Serpiente, cuajado de piedras preciosas.-Eres exacto a mi -repitió el príncipe, que se había vestido, en tanto, las ropas del mendigo.Contó en la ciudad quién era y le tomaron por loco. Cansado de proclamar inútilmente su identidad, recorrió la ciudad en busca de trabajo. Realizó las faenas más duras, por un miserable jornal.Era ya mayor, cuando estalló la guerra con el país vecino. El príncipe, llevado del amor a su patria, se alistó en el ejército, mientras el mendigo que ocupaba el trono continuaba entregado a los placeres.Un día, en lo más arduo de la batalla, el soldadito fue en busca del general. Con increíble audacia le hizo saber que había dispuesto mal sus tropas y que el difunto rey, con su gran estrategia, hubiera planeado de otro modo la batalla.-Cómo sabes tú que nuestro llorado monarca lo hubiera hecho así?Pero en aquel momento llegó la guardia buscando al personaje y se llevaron al mendigo. El príncipe corría detrás queriendo convencerles de su error, pero fue inútil.Aquella noche moría el anciano rey y el mendigo ocupó el trono. Lleno su corazón de rencor por la miseria en que su vida había transcurrido, empezó a oprimir al pueblo, ansioso de riquezas. Y mientras tanto, el verdadero príncipe, tras las verjas del palacio, esperaba que le arrojasen un pedazo de pan.-Porque se ocupó de enseñarme cuanto sabía. Era mi padre.El general, desorientado, siguió no obstante los consejos del soldadito y pudo poner en fuga al enemigo. Luego fue en busca del muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que había recibido en el hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas.-Es la señal que vi en el príncipe recién nacido! -exclamó el general.Comprendió entonces que la persona que ocupaba el trono no era el verdadero rey y, con su autoridad, ciño la corona en las sienes de su autentico dueño.El príncipe había sufrido demasiado y sabia perdonar. El usurpador no recibió mas castigo que el de trabajar a diario.Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para gobernar y su gran generosidad el respondía:Es gracias a haber vivido y sufrido con el pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey.



el granjero bondadoso

Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la guerra. Sin escolta alguna, cansado y hambriento, llegó a una granja solitaria, en medio del país enemigo, donde solicitó asilo. A pesar de su aspecto andrajoso y sucio, el granjero se lo concedió de la mejor gana. No contento con ofrecer una opípara cena al caminante, le proporcionó un baño y ropa limpia, además de una confortable habitación para pasar la noche.Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero escuchó una plegaria musitada en la habitación del desconocido y pudo distinguir sus palabras:-Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey destronado el consuelo de hallar refugio. Te ruego ampares a este caritativo granjero y haz que no sea perseguido por haberme ayudado.El generoso granjero preparó un espléndido desayuno para su huésped y cuando éste se marchaba, hasta le entregó una bolsa con monedas de oro para sus gastos.Profundamente emocionado por tanta generosidad, el anciano monarca se pro-metió recompensar al hombre si algún día recobraba el trono. Algunos meses después estaba de nuevo en su palacio y entonces hizo llamar al caritativo la-briego, al que concedió un título de nobleza y colmó de honores. Además, fiando en la nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos los asuntos delicados del reino.


la golondrina y el ruiseñor

Cantaba el ruiseñor en la soledad de la selva cuando, oyéndole la golondrina, le dijo:-Vente conmigo a Tebas, una ciudad maravillosa de Egipto. Encuentro tonto que desperdicies tu canto entre zarzas y cardos. Aquí nadie lo aprecia.-Hermana mía -respondió el ruiseñor-, en esa ciudad tan rica no encontraré más que ruido y tormento. Aquí el aire es perfumado y el arroyo me regala con su música cantarina. No cambiaría mi sosiego por toda la gloria del mundo.


el lirio

Sobre la verde orilla del río había crecido un bello lirio. Alta y erguida sobre su tallo, la flor reflejaba sus blancos pétalos en el agua y el agua quiso apoderarse de ella.Cada onda que pasaba se llevaba consigo la imagen de aquella blanca corola, y transmitía su deseo a las ondas que aún no habían llegado a verla. Y así, todo el río empezó a agitarse, inquieto y veloz. No pudiendo apoderarse del lirio, tan bien plantado y alto sobre su robusto tallo, las olas se lanzaron furiosas contra la orilla, hasta que la riada arrasó toda la ribera, y también el lirio puro y solitario.Las pasiones desorbitadas de los hombres, son tan difíciles de contener como las olas desatadas.


el niño pequeño

Había una vez, un niña pequeña que comenzó a ir a la escuela. Era bastante pequeña y la escuela muy grande. Cuando descubrió que podía entrar en su aula desde la puerta que daba al exterior, estuvo feliz y la escuela no le pareció tan grande. Una mañana, la maestra dijo:- Hoy vamos a hacer un dibujo. - ¡Qué bien!- pensó el pequeña-.
Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres, leones, barcos. Sacó entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestra dijo: - ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar flores. - ¡Qué bien! -pensó el niña.
Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices violetas, naranjas y azules. Pero la maestra dijo: - ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento! - y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un tallo verde. Ahora -dijo- pueden comenzar.
El niña miró la flor que había hecho la maestra y la comparó con las que él había pintado. Le gustaban más las suyas, pero no lo dijo. Volteó la hoja y dibujó una flor roja con un tallo verde, tal como la maestra lo indicara.
Otro día, la maestra dijo: - Hoy vamos a modelar con plastilina. - ¡Qué bien! -pensó el niña.
Le gustaba la plastilina y podía hacer muchas cosas con ella: víboras, hombres de nieve, ratones, carros, camiones; y empezó a estirar y a amasar su bola de plastilina. Pero la maestra dijo: - ¡Esperen, aún no es tiempo de comenzar! Ahora -dijo- vamos a hacer un plato. - ¡Qué bien!- pensó el pequeña-.
Le gustaba modelar platos y comenzó a hacerlos de todas formas y tamaños. Entonces la maestra dijo: - ¡Esperen, yo les enseñaré cómo! - y les mostró cómo hacer un plato hondo-. Ahora ya pueden empezar.
El niño miró el plato que había modelado la maestra y luego los que él había modelado. Le gustaban más los suyos, pero no lo dijo. Sólo modeló otra vez la plastilina e hizo un plato hondo, como la maestra indicara.
Muy pronto, el pequeña aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar, y a hacer cosas iguales a la maestra. No volvió a hacer nada él sólo.
Pasó el tiempo y, sucedió que, el niña y su familia se mudaron a otra ciudad, donde el pequen tuvo que ir a otra escuela. Esta escuela era más grande y no había puertas al exterior a su aula. El primer día de clase, la maestra dijo: - Hoy vamos a hacer un dibujo.- ¡Qué bien!- pensó el pequeña, y esperó a que la maestra dijera lo que había que hacer; pero ella no dijo nada. Sólo caminaba por el aula, mirando lo que hacían los niñas. Cuando llegó a su lado, le dijo: - ¿No quieres hacer un dibujo? - Sí -contestó el pequeña-, pero, ¿qué hay que hacer? - Puedes hacer lo que tú quieras - dijo la maestra. - ¿Con cualquier color? - ¡Con cualquier color - respondió la maestra-. Si todas hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cual!
El niña no contestó nada y, bajando la cabeza, dibujó una flor roja con un tallo verde".